Hail, Caesar! (2016): visorum te salutant

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Todo autor de renombre firma Obras y obras. Ethan y Joel Coen —directores, productores, guionistas, demiurgos del cine independiente…— se sitúan esta vez entre ambos términos, a mitad de camino entre la mayúscula y la minúscula. Más allá del humor negro al que nos tienen acostumbrados, esta vez nos dejan un humor en estado puro que se remite a los tiempos del cine clásico.

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Hail, Caesar! contiene algo del western de serie B, del melodrama, del musical (con todo un numerito de Channing Tatum) y del peplum épico, como es lógico si tenemos en cuenta cuándo y dónde se desarrolla la acción. Pese a ello no podemos hablar de un simple pastiche de géneros, ya que los Coen van más allá de esa idea. No se trata de un homenaje a los géneros cinematográficos, ni siquiera al Hollywood de los años 50. La última película de los Coen ofrece todo un homenaje a la figura del productor, sí, esa figura que ambos conocen a la perfección.

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Josh Brolin encarna a Eddie Mannix, productor que tiene que lidiar con distintos problemas, como el embarazo de su estrella femenina (Scarlett Johansson) o el fichaje de un pésimo actor de western para protagonizar melodramas al estilo de Cukor (Alden Ehrenreich). Entre estos problemas se encuentra también el principal dilema, sustancial para la trama: resolver el secuestro de la estrella de la producción del año (George Clooney) sin rendir cuentas de ello a un dúo de periodistas gemelas, interpretadas por Tilda Swinton.

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Los momentos cómicos resultan, valga la necesaria redundancia dadas algunas críticas, cómicos. Al menos así lo percibimos todos en mi sala. No me hago responsable de opiniones basadas en la versión doblada, ya que reconozco haber recibido con un enorme “BLEH” así, en mayúscula y con lucecitas de neón, el segundo trailer de la película doblado al español. Nada que ver con la versión original, nada que ver siquiera con la perfección que encarna Ralph Fiennes en todo aquello que le rodea. Aprovecho tan objetiva apreciación para echar en falta más minutos de Fiennes o Swinton en pantalla.

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Te ríes, vale. Pero el mensaje de los Coen va más allá, centrándose en la necesidad que siente el ser humano de creer en algo. Precisamente hablo de “algo” porque no solo alude a Dios —la escena en la que el protagonista se reúne con hombres de fe de diferentes religiones es una de mis favoritas—, presente en las escenas inicial y final con Mannix en un confesionario. De nuevo encontramos el mismo tema que en A Serious Man, maravillosa cinta en mi humilde opinión de espectadora y fan incondicional de Michael Stuhlbarg. Como decía, ese “algo” va más allá de Dios, ya que también se refiere a la fe ciega de los guionistas-secuestradores en el Comunismo.

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No puedo decir que me parezca una mala película. De acuerdo, no es Fargo… pero tampoco pretende serlo en ningún momento. Hail, Caesar! no pasará a la historia como la mejor película de los Coen, pero mucho menos lo hará como la peor. En ella encontramos lo que podemos esperar de una obra de los hermanos: un puñado de carcajadas y la necesidad de creer en algo, en algo llamado cine.

The Hateful Eight (2015): Las Odiosas Críticas

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“Pasaré a lo siguiente. Tengo diez proyectos más que han salido de donde salió ese”, declaraba Quentin Tarantino en 2014 tras filtrarse el guión de su última película, The Hateful Eight. Si algo podemos sacar en claro tras leer algunas de las opiniones que ha suscitado el film es, sin duda, que muchos de sus detractores preferirían que el director hubiese continuado en sus trece. Los Odiosos Ocho —¿no nos quejamos siempre de las pésimas traducciones? pues he aquí dos tazas para un título discutible— suscita los tres tipos de respuesta estándar entre la crítica: amor, odio e indiferencia. Eso sí, en sus cotas más elevadas.

Nieve y Morricone dan paso a casi tres horas de Tarantino. De nuevo un western, que nos sitúa en Wyoming poco después de finalizar la Guerra de Secesión. Los créditos iniciales sobre un paisaje nevado nos advierten: la película ha sido rodada en Ultra Panavision 70, pese a que tú difícilmente vayas a apreciarlo. La decisión técnica puede resultar maravillosa como anécdota en una lección sobre historia del cine, a la hora de elaborar la ficha técnica del film e incluso como reivindicación de los medios existentes para rodar/visualizar cine en la actualidad. También puede que resulte maravilloso el visionado de la obra en este formato; yo, como la inmensa mayoría, no he podido comprobarlo. Cabe señalar que esta entrada puede contener spoilers, y será difícil de seguir para quienes no hayan visto la película, por lo que quizás no sea recomendable que sigan leyendo.

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Como decía, la cinta comienza en un paisaje nevado. Pero que no nos engañe este inicio, ya que tan solo volveremos a ver el paisaje en el flashback, del que hablaré más adelante. Por lo demás la acción transcurre en la diligencia que trasladará a los primeros cuatro odiosos, hasta llegar a la habitación en la que se encuentran los cuatro restantes. Solo nos queda presentar a los protagonistas: un cazarrecompensas (Kurt Russell), su prisionera (Jennifer Jason Leigh), un antiguo soldado de la Unión que también trabaja como cazarrecompensas (Samuel L. Jackson) y quien dice ser el futuro sheriff del pueblo al que se dirigen (Walton Goggins), coinciden en la diligencia que hará su parada en la mercería de Minnie. Allí se reunirán con el mexicano que está a cargo de la mercería (Demian Bichir), el verdugo que ajusticiará a la prisionera (Tim Roth), un introvertido vaquero (Michael Madsen) y un general confederado retirado (Bruce Dern).

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Una vez instalados en la mercería de Minnie solo podemos esperar a que llegue la acción. Los ocho personajes, de dudosa identidad y con intenciones todavía más dudosas, coinciden en lugar y tiempo dando paso al particular Diez Negritos de Tarantino. La referencia a Agatha Christie es obligada desde el momento en que el Mayor Marquis Warren se convierte en el Hércules Poirot de la cabaña, asumiendo un rol detectivesco que dará paso al espectáculo gore que todos esperamos al pagar la entrada. Volviendo a Christie resulta curioso cómo ambas, la novela citada y el western de Tarantino, finalizan dando muerte a una mujer colgada.

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¿Es la obra maestra de Tarntino? No. ¿Es un desastre? Tampoco. ¿Deja indiferente? Quizás. En mi caso disfruté de la cinta. ¿Volvería a verla antes de 2036? No creo. He leído opiniones muy diferentes, pero reconozco que en su momento acudí al cine sin ningún tipo de prejuicio o perspectiva. Creo que hacerlo con expectativas de disfrutar del 8 ½ de Tarantino es un grave error. La carrera del director y su merecida fama —gloria para toda una legión de seguidores, que tienden a transformarse en aquellarre cuando comentas que “tal película de Tarantino” te dejó indiferente— es indiscutible, merecidamente indiscutible. De ahí a que esta sea la mejor de sus obras, o que constituya una metáfora maestra del conflicto racial estadounidense, bueno… el trecho es enorme.

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Supongo que debemos tomar exhibicionismo y alardeo por liebre. También he leído que resulta “excesivamente violenta”. Lo prometo: he leído cosas tan absurdas como que una película de Tarantino podría resultar a alguien, como si a estas alturas no esperásemos encontrarnos con ello, “excesivamente violenta”. Contiene violencia, contiene gore —ese gore ralentizado que roza el patetismo—, contiene intriga y, por supuesto, contiene actores de primera. Contiene todo lo que podemos esperar ver en Tarantino, excepto ese “oh, Dios, lo ha vuelto a hacer” que muchos deseábamos encontrar. Creo entender que son dos los momentos que pretendían alcanzar ese clímax: la felación en la nieve y el momento Jackie Kennedy de Jennifer Jason Leigh con los sesos de Channing Tatum por todas partes. ¿Alcanzamos ese clímax, en serio? Bleh. El baño de sangre resulta cómico, pero ni siquiera llega a resultar lo suficientemente cómico como para convencerme. Y no, tampoco me convencen el relato de Samuel L. Jackson y su historia de venganza.

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Perdónenme aquellos miembros del aquelarre porque, como he intentado explicar bajo tanta crítica destructiva, me gustó la película. Ni odiosas críticas ni alabanzas inmerecidas, porque si algo merece un director de la talla de Tarantino es honestidad, y porque toda crítica negativa se debe a que todos nosotros reconocemos que puede hacerlo mejor, porque indudablemente YA lo ha hecho mejor.