Todo autor de renombre firma Obras y obras. Ethan y Joel Coen —directores, productores, guionistas, demiurgos del cine independiente…— se sitúan esta vez entre ambos términos, a mitad de camino entre la mayúscula y la minúscula. Más allá del humor negro al que nos tienen acostumbrados, esta vez nos dejan un humor en estado puro que se remite a los tiempos del cine clásico.
Hail, Caesar! contiene algo del western de serie B, del melodrama, del musical (con todo un numerito de Channing Tatum) y del peplum épico, como es lógico si tenemos en cuenta cuándo y dónde se desarrolla la acción. Pese a ello no podemos hablar de un simple pastiche de géneros, ya que los Coen van más allá de esa idea. No se trata de un homenaje a los géneros cinematográficos, ni siquiera al Hollywood de los años 50. La última película de los Coen ofrece todo un homenaje a la figura del productor, sí, esa figura que ambos conocen a la perfección.
Josh Brolin encarna a Eddie Mannix, productor que tiene que lidiar con distintos problemas, como el embarazo de su estrella femenina (Scarlett Johansson) o el fichaje de un pésimo actor de western para protagonizar melodramas al estilo de Cukor (Alden Ehrenreich). Entre estos problemas se encuentra también el principal dilema, sustancial para la trama: resolver el secuestro de la estrella de la producción del año (George Clooney) sin rendir cuentas de ello a un dúo de periodistas gemelas, interpretadas por Tilda Swinton.
Los momentos cómicos resultan, valga la necesaria redundancia dadas algunas críticas, cómicos. Al menos así lo percibimos todos en mi sala. No me hago responsable de opiniones basadas en la versión doblada, ya que reconozco haber recibido con un enorme “BLEH” así, en mayúscula y con lucecitas de neón, el segundo trailer de la película doblado al español. Nada que ver con la versión original, nada que ver siquiera con la perfección que encarna Ralph Fiennes en todo aquello que le rodea. Aprovecho tan objetiva apreciación para echar en falta más minutos de Fiennes o Swinton en pantalla.
Te ríes, vale. Pero el mensaje de los Coen va más allá, centrándose en la necesidad que siente el ser humano de creer en algo. Precisamente hablo de “algo” porque no solo alude a Dios —la escena en la que el protagonista se reúne con hombres de fe de diferentes religiones es una de mis favoritas—, presente en las escenas inicial y final con Mannix en un confesionario. De nuevo encontramos el mismo tema que en A Serious Man, maravillosa cinta en mi humilde opinión de espectadora y fan incondicional de Michael Stuhlbarg. Como decía, ese “algo” va más allá de Dios, ya que también se refiere a la fe ciega de los guionistas-secuestradores en el Comunismo.
No puedo decir que me parezca una mala película. De acuerdo, no es Fargo… pero tampoco pretende serlo en ningún momento. Hail, Caesar! no pasará a la historia como la mejor película de los Coen, pero mucho menos lo hará como la peor. En ella encontramos lo que podemos esperar de una obra de los hermanos: un puñado de carcajadas y la necesidad de creer en algo, en algo llamado cine.